30 de septiembre de 2008

Martes 24

...


9 hs.
Después de muchos cafés
(la ansiedad hizo que me despertara muy temprano),
llega Caro con el remise que nos va a llevar a Banderaló.

...

9.30 hs.
Llegamos a Banderaló.
Nos espera la bibliotecaria de la escuela.
Mientras las maestras terminan de acomodar la sala,
charlamos y preparamos los materiales en la biblioteca.
Nos convidan con café (más café) y facturas.
Me siento cómoda, contenta y un poco nerviosa.
Es el primer taller de muchos, también es la primera vez
que me embarco en la lectura de un cuento.
Me preocupa que sea demasiado largo para los más chicos.

Serán dos talleres, con dos grupos de chicos diferenciados por edades.
Aunque estoy un poco nerviosa (ya lo dije), tengo muchas ganas de empezar.

Entro en la sala, miro el cartel que hicieron
anunciando mi llegada, sonrío, me presento.

Charlamos. Los chicos me cuentan qué libros míos vieron,
preguntan, contesto y nos vamos haciendo amigos.

Leo Pájaro negro, pájaro rojo.
Si bien escuchan con atención, percibo en el aire cierta impaciencia.

Agilizo el ritmo, agrego onomatopeyas y llego al final del cuento.
No sé si hubo aplausos, creo que sí.
Pero haber concluido la primera lectura y ver las caritas sonrientes de los chicos,
y escuchar un “sí” laaaaaaargo
como respuesta a mi pregunta de si les gustó, me afloja.


Ahora sí, pienso. Saco de mi carpeta bocetos, originales, pruebas y el barrilete.
Les muestro todo y los miro. El bullicio me hace sentir cómoda.

¿Quieren trabajar? Pregunto. Otro sí largo y manos a la obra.

Todos al piso.


Varias rondas, cada una alrededor de un pote de plasticola
y varios papeles de
colores.
En un rato, los papeles de colores se transforman,
las caras de los chicos y la mía también.





...

Cuando terminaron los talleres, Raúl, poeta y periodista,
me hizo una entrevista (telefónica)
para la radio local.

...

12.30hs. más o menos
Hora de almorzar.
Hay un sol hermoso. Se siente la primavera.
Caminamos dos cuadras hasta el comedor.
¡Comida casera: matambre, ensalada rusa, fideos y estofado!
¡Hasta la mayonesa! Comí un poco de todo.
Imposible resistir a esas delicias.

...

13.30 hs.

Nuevamente el remise nos busca para llevarnos a Villa Sauze.
El conductor es un señor amable que todas las veces
baja del auto para abrirnos la puerta.
Nosotras, cargadas con libros,
carpetas y las camperas (la temperatura aumentó notablemente).


En el camino, Caro se comunica con la escuela, con la biblioteca,
y otra vez con la escuela.
No sabemos qué materiales tienen para trabajar.
Empiezo a tirar ideas alternativas y ahí nomás

me entero de que no van a ser un grado ni dos
sino toda la escuela primaria (polimodal) y todos los chicos de jardín.
No me inquieta, le digo a Caro que ahí vamos a ver qué y cómo.


...


Cerca de las 14 hs.
Entramos en el pueblo. Villa Sauze. Las calles son de tierra.
En el tramo final, al cruzar la vía abandonada, pienso con pena y digo,
cómo habrá sido este pueblo cuando llegaba el tren.
El chofer y Caro me cuentan otra historia,
de cómo queda aislado el pueblo con las inundaciones.
Difícil imaginar ahora con tanta sequía.


La escuela
La directora se acerca a la puerta a recibirnos.
En el pasillo de entrada hay varias mujeres sentadas,

algunas con chiquitos sobre la falda.
Son madres de alumnos que también vinieron a escuchar.

Camino a la dirección nos dicen lo que supe un rato antes,
que van a estar todos los chicos de la escuela (de 3 a 14 años),
que todos me quieren conocer y que están llenos de preguntas…
Los tiempos no dan para separar en grupos y dar más de un taller.

Propongo que si eso es de lo que tienen ganas, hagamos charla y que si se da,
les cuento un poco de cómo trabajo y les muestro el material que traje.
Después, hacemos taller con lo que haya.


Y empiezan a llegar los chicos al patio.
Y ahí veo la mesita que me armaron, y los barriletes, y la planta.
Me presentan y escucho con timidez.



Ahora me toca el turno. Se hace silencio.
Empiezo ¿alguien quiere preguntarme algo?
De poco se van levantando algunas manos,
y asoman algunas voces que animan a otras,

y en un ratito se transforma en una charla de la que participan todos,
chicos chiquitos y chicos grandes, maestras y madres.
Siento alegría y emoción, se refleja en mi cara con una enorme sonrisa.

Como en los otros talleres, a partir de algunas preguntas,
abro la carpeta y empiezo a desparramar dibujos, para que los chicos vean, toquen.

Las maestras y la directora trajeron papeles.
Resma tenían y algunas plasticolas también.







El cierre: tortas hechas por los chicos y pedidos de autógrafos.
Me entusiasmo y les hago algunos dibujitos.

Otra anécdota:
Como otras veces, pensaron que yo era la poeta María Wernicke,
de quien me siento orgullosa de ser sobrina.
Pero tuve que aclarar que ella estaba casada con mi tío, hermano de papá,
y que tomó el apellido "prestado". Su nombre completo:
María de la Asunción Barbadillo de Wernicke. Comprensible... demasiado largo.

...

La noche: Cena con Nieves, directora de la Biblioteca.
Charlamos de todo, pasando como si
nada de la soja a la pesca.
Como a mí, le encantan las pastas.

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4 comentarios:

daniel cimadevilla dijo...

MARIA!
MARÍA!
MARÍA HAY UNA SOLA!
MARÍA LA WERNICKE
LAS DEMÁS....!!!



este cántico de la hinchada no lo pude silenciar...
sorry

María W. dijo...

Cima, Cima, una gran sonrisa para usted.

Alex Dukal dijo...

Uy, María!!! Ésto está para llenar un termo y sentarse a matear leyendo todo el relato!!!
Ni bien quede (un poco) libre de laburo regreso!
Si todo sale bien, alrededor del 10 me tienen por Baires!
Besos!

María W. dijo...

Uy, Alex. ¡Qué bueno que venís! Si no podés llenar el termo antes, lo llenaremos por acá. vamos armando la ronda de amigos para esperarte... Me da risa... Esteban, para leer, también se puso a matear... van a quedar todos verdes.
Besotes.