30 de septiembre de 2008

Miércoles 25

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Dedico casi toda la mañana

a mirar los trabajos enviados al concurso “Sueño de barrilete”.
Son más de 100 trabajos entre las dos categorías (4 y 5 años / 7 y 8 años).
Tengo que elegir tres de cada una. No es fácil, los trabajos son muy buenos.
Pero al final, logro separar seis de cada categoría.
A la nochecita, nos juntaremos los tres jurados para decidir.

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13hs.
Después de un almuerzo liviano, partimos hacia Cañada Seca.
Vamos por la ruta, pero los 10 últimos kilómetros son de tierra.


¡Llegamos!


Nos reciben calurosamente y
dicen que me plagiaron de Candelaria y los monstruos.
Me río y agradezco, porque me encanta el cartel que hicieron.



No sabría decir cuántos son los chicos que participan
pero sí que son muchos y que, como en Villa Sauze,
las edades van desde los más piojos a los 8 años, más o menos.




De la escuela de Cañada Seca, me queda el silencio.
El clima creado por todos es el más íntimo que viví con un grupo tan numeroso.
Este encuentro es particularmente emotivo.




Del taller, salen trabajos hermosos.


Algunos posan con orgullo mostrando sus obras.



Me piden firmas y hago todas las que puedo.
El tiempo nos corre.
Pasó todo tan rápido que no lo puedo creer.

No me quiero ir, pero nos esperan en Santa Regina;
el camino va a ser lento: 30 Km. de tierra.

...

15hs.
Está todo tan seco,
que la polvareda que levanta nuestro paso,
cae como lluvia contra los vidrios.


La biblioteca a la que llegamos, fue recientemente inaugurada.
Los chicos todavía no están, pero hay un hermoso cartel de bienvenida
y un montón de barriletes.


Esta vez, son chicos de dos salitas de jardín y algunos de primaria.

Como antes, cuento el cuento y les muestro los dibujos.


Cuando empezamos el taller, descubro que algunos de los chicos se juntaron
(uno más grande y
uno más chico) y trabajan en equipo.
Me maravillo con la solidaridad de los más grandes,
a
los que veo proponer, incentivar y ayudar.
A algunos los intimida la idea de trabajar sin
tijeras.
Al final, todos, todos, todos, trabajan, se enchastran, usan las manos.




Nuevamente, cuando me ven con la máquina de fotos,
los chicos se acercan y me muestran sus trabajos.



Se acaba la tarde. Miro los papeles que quedaron desparramados por todos lados
y aunque los chicos ya se fueron, sigo escuchando sus voces.
Pido una escoba para ayudar a limpiar, pero me gana Caro. A cambio,
recibo el termo y el mate. Ahora, me toca cebar.


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21 hs.
Cena con Alejandra- encargada del diseño gráfico de la Biblioteca-,

doña sonrisa, viajera, alegre y divertida.



Ya en el hotel, termino de firmar los certificados que se le entregarán
a cada uno de los
chicos que participó del concurso.

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